A menudo encuentro en los textos que reviso una serie de errores que denotan una falta de sensibilidad en el uso de la primera persona. Voy a intentar resumirlos brevemente para que sirvan de guía a escritores noveles.
· Abuso innecesario del posesivo «mi» en vez de un artículo, lo cual provoca redundancias y cacofonías. Como en la frase «Asomé mi cabeza» en la que el posesivo resulta forzado, sobre todo porque si no fuera la propia cabeza la asomada, la información resultaría bastante macabra.
· Desmembramiento: en los talleres utilizo este término para referirme a ese tipo de textos en los que se pierde la unidad del ser en favor de sus partes. Así, en vez de decir: «Algo nervioso, caminé hasta el establo y ensillé la montura», el autor escribe «Mis pies me llevaron hasta el establo, mis manos temblorosas ensillaron la montura mientras mi corazón palpitaba».
· Punto de vista equivocado: este caso surge cuando el autor narra en primera persona, pero en realidad se observa desde fuera, ve a su personaje no desde dentro (como correspondería al adecuado uso de la primera persona), transmitiendo sus percepciones o pensamientos, sino desde fuera como si estuviera frente a un espejo. Esto nos lleva a frases antinaturales del estilo de: «En mis labios se dibujó una sonrisa y en mis ojos chispeó la alegría».
· Exceso de sabiduría: en este caso, se atribuye al personaje una sabiduría que excede el subjetivismo propio de la opinión. El personaje puede decir «Mi hermana estaba pensando en otra cosa» si parte de una percepción (la ve distraída, abstraída, mientras él habla) y un conocimiento de la persona de la que habla, pero no resultará adecuado si este subjetivismo rompe la frontera de lo natural y se dice, por ejemplo: «Mi amigo Damián pensó en lo pobres que habían sido desde niños. Entonces se le fue la mente a los primeros días de su infancia».
· Lo que llamo el desmesurado poder adivinatorio. Sucede muchas veces en literatura que el narrador en primera persona es capaz de adivinar por un solo gesto de otro personaje algo que no tiene que ver demasiado con el gesto en sí. Valga de ejemplo «En aquel esbozo de sonrisa triste pude descubrir el luctuoso pasado de Carmen, la soledad y las noches de insomnio a la deriva de sus pensamientos».
· Visibilidad: llamo visibilidad a este tipo de fenómeno que se produce cuando el narrador en primera persona actúa como testigo, pero es incapaz de apartarse del medio. Cuenta siempre desde el tamiz de su perspectiva, aunque no interese y entorpezca la acción. Así, en vez de decir: «Frente a mí, Carlos tomó la escopeta y disparó siete veces antes de volarse los sesos», se narra «Vi que Carlos tomaba la escopeta, y escuché el sonido de los siete disparos antes de presenciar cómo se volaba los sesos».
· Otro de los aspectos llamativos en la primera persona, es el uso del estilo directo en textos en los que la acción narrada sucede en pasado. Es decir, esa reproducción literal de los diálogos de los personajes después de que hayan transcurrido muchos años y que resulta antinatural, pero supone una convención admitida tradicionalmente en literatura, a la que me he acogido en más de una ocasión pues me ha resultado muy útil. Valga de ejemplo mi novela La mujer geométrica.
Como decíamos en el enunciado del ejercicio, Kafka situó punto de vista en Gregorio Samsa. Es decir, el narrador contaba todo lo que pensaba Samsa y lo que percibía, no solo en su habitación sino a través de la rendija de la puerta. Pero en ocasiones, debía dar información de lo que decían la madre, el padre o la hermana cuando se encentran fuera del alcance de Samsa. En esos casos, salta de punto de vista a un punto de vista omnisciente con una mirada sobre los otros personajes. Realizar este salto de punto de vista habría sido muy notorio si hubiera pasado de primera a tercera persona, y esta ya sería una buena razón para utilizar la tercera, pero…
Muchas gracias.
Muchas gracias.
¡nteresante apunte¡ voy a revisar desde ahora mis textos que seguro he cometido estos errores.
Gracias!!!