En los talleres con niños uno encuentra un filón de creatividad. Desde el que tras una explicación de Kolo acerca de la figura de Kandinsky alza la mano para decir: "Hoy voy a comer a casa de mi abuela", al que cuando miras el reloj y suspiras "Son las doce ya", pregunta: "¿De la noche?".
Hoy uno de ellos, de ocho años, muy precavido antes de empezar a escribir el cuento, ha trazado las líneas para no torcerse.
Otro, me ha dibujado.