De Miguel Sánchez Robles ya he hablado en numerosas ocasiones en este blog y en mis talleres de escritura. Es uno de esos autores que conviene leer, especialmente por quienes sienten pasión por la escritura. No hay en él artificios ni juegos sino una naturalidad que proviene de su particular manera de observar la vida. Esa vida que registra en sus pequeñas libretas para que forme parte después de su gran obra. Porque creo que es apropiado hablar de la Gran Obra de Sánchez Robles como aportación a la literatura de verdad que tantas veces permanece demasiado alejada de las baldas principales de las librerías.
En Te llamaré Tristeza, su última novela, Premio Tiflos 2022 narra en instantáneas desordenadas —tal y como llegan los recuerdos—, la vida de una mujer que solo podía llamarse Tristeza porque «Naces, creces, te tomas los biberones y el Apiretal, pasas fiebre, eres feliz con tus muñecas y tus lápices, vas a la escuela, tienes la regla, comienzan a despuntar tus pechos, te tatúas una letra china en la espalda, terminas el bachillerato y enseguida la vida se one a jugar contigo como si fueras la bola de una de esas máquinas de pinball», y a partir de ese instante, o quizá mucho antes, empieza la tragedia de la existencia. El autor es capaz de narrarla con la sutileza de los pequeños detalles en los que subyacen las preguntas sin respuesta que va dejando la vida y que la protagonista descubre gracias a libros olvidados y a Cioran. Predomina el humor en forma de ironía y la reflexión porque quizá sean esas vidas tristes y desorientadas las únicas aptas para captar la escasa verdad que seamos capaces de encontrar. Y uno va pasando páginas igual que suceden los días y va adentrándose en el personaje, amando esa manera de comprender diferente y amando también a Sánchez Robles por transmitir emociones enormes con tan pocas palabras, imágenes, poesía, filosofía sin que en ningún instante la novela pierda el ritmo que exigimos a cualquier obra. Un gusto para cualquier lector, y sobre todo para aquellos que odian lo convencional, los que están hartos de leer las mismas tramas y escuchar las mismas voces. En Te llamaré Tristeza, una vez más, Sánchez Robles nos muestra una manera distinta pero eficaz de contar una pequeña historia y universalizarla.
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