La nueva novela de Sánchez Robles provoca, una vez más, una reflexión necesaria acerca del mundo en qué vivimos y de los ocultos mecanismos que lo rigen y que sumergen al individuo en esa masa de los que no saben que viven, no saben que viven, no saben que viven, y que se limitan a subsistir felizmente entre fútbol, televisión, navidades y otros artificios, sin observar lo que los rodea, los pequeños tesoros donde encontrar un sentido a la vida como la magia existente en ese trocito de carne que es un pájaro. El personaje principal, alguien cuyo gran problema —cuya gran virtud— reside en no comprender y preguntarse transita por las trescientas catorce páginas de esta lírica novela huyendo de LA TRAMPA que absorbe a la
gran mayoría de individuos, esa trampa cotidiana que engaña los sentidos y ofusca los pensamientos y acaba con las preguntas y nos torna inútiles seguidores de, conjunto, y nos aparta de nosotros mismos.
En un mundo ficticio pero muy real, o futuro pero muy presente, donde un grupo llamado Catarsis ha llegado al gobierno, el personaje principal intenta encontrar su lugar mediante cartas a su difunta madre en las que le habla del rechazo que le provoca esa vida en la que los reductos de autenticidad se constriñen a un pequeño bar llamado el Atlántida (y los seres que lo frecuentan, entre ellos el Japi, uno de esos personajes que no se olvidan nunca por la magistral caracterización del autor), y una mujer que le robó desde siempre el corazón, una mujer llamada Marta que había ejercido de prostituta.
La novela avanza pausadamente hacia un final que (aún inesperado) es en realidad el único final, el que trasluce tras la lectura, esta lectura imprescindible, PURA POESÍA y TRAGEDIA y REFLEXIÓN y HUMOR, también mucho HUMOR, que obtuvo más que merecidamente el Premió Torrente Ballester 2019 y cuyo comienzo ya es en sí una declaración de intenciones:
«Hay gente muy válida en La Tierra, pero luego están los otros, esa masa feliz que llena las playas y que no sabe que vive, no sabe que vive, no sabe que vive».